A primera vista, la comparación suena forzada.
¿Qué puede tener en común un evento biológico ocurrido hace más de 500 millones de años con una tecnología que usamos hoy para escribir textos, generar imágenes o componer música?
Sin embargo, si en lugar de buscar una equivalencia literal miramos los mecanismos que habilitan la diversidad, la analogía entre "la explosión de vida del Cámbrico" y la irrupción de la inteligencia artificial resulta sorprendentemente equivalente.
No porque la IA sea “vida”, ni porque estemos ante una nueva biología, sino porque —al igual que ciertos cambios ambientales profundos en la historia de la Tierra— está creando las condiciones para una explosión de formas, ideas y expresiones antes inviables.
Qué fue la explosión del Cámbrico
La llamada explosión del Cámbrico ocurrió hace aproximadamente 540 millones de años, al inicio del período Cámbrico. En un lapso geológicamente corto (entre 10 y 20 millones de años) aparecieron en los océanos casi todos los grandes planes corporales de los animales actuales: artrópodos, moluscos, cordados, equinodermos, entre otros.
No fue una “explosión” en el sentido de una creación súbita desde la nada. Durante los miles de millones de años previos (el Precámbrico) la vida ya existía, pero era mayormente microscópica o de cuerpos simples. El Cámbrico marcó el momento en que esa vida se diversificó de manera radical.
La pregunta clave es: ¿por qué justo en ese momento?
Las condiciones que hicieron posible la explosión
Hoy el consenso científico es claro: no hubo un único detonante, sino una convergencia de condiciones ambientales, químicas y biológicas que, al alinearse, habilitaron una expansión sin precedentes de la diversidad.
Entre las más importantes:
Aumento del oxígeno: Pequeños incrementos cruzaron umbrales críticos que permitieron metabolismos más energéticos, cuerpos más grandes y actividad motora sostenida.
Mayor disponibilidad de calcio en el agua marina: Facilitó la biomineralización: conchas, esqueletos y exoesqueletos. Esto brindó protección, y permitió nuevas formas corporales.
Nuevos nichos ecológicos: Una incipiente carrera armamentista entre depredadores y presas aceleró la innovación.
En síntesis: el Cámbrico no creó la vida; pero bajó significativamente el costo de experimentar con ella.
IA como condición ambiental, no como protagonista
Acá es donde la analogía con la inteligencia artificial se vuelve interesante.
Muchas discusiones actuales presentan a la IA como amenaza: el fin de la creatividad, la homogeneización cultural, la sustitución del humano, etc, etc. Pero esta mirada asume que la IA es el “protagonista central” del proceso.
¿Y si no lo fuera?
¿Y si la IA cumpliera un rol más parecido al del oxígeno y el calcio del Cámbrico?
Es decir: no como creadora última, sino como condición habilitante.
La IA reduce de forma drástica el “costo creativo”:
Ya no es imprescindible dominar una técnica durante años para producir algo funcional.
Se pueden explorar miles de variantes en muy poco tiempo con muy poco esfuerzo.
El error deja de ser caro; probar se vuelve casi gratuito.
Del mismo modo que el oxígeno y el calcio permitieron cuerpos más grandes y resistentes, la IA permite ideas más ambiciosas sin la limitación por falta de habilidad técnica.
Una explosión de diversidad creativa
Cuando las barreras técnicas caen, ocurre algo previsible: aumenta la cantidad y la variación.
Millones de personas experimentan con estilos, formatos, narrativas, imágenes, sonidos y combinaciones que antes estaban reservadas a expertos o equipos especializados. La mayoría de esos intentos serán irrelevantes o efímeros. Pero eso también ocurrió en el Cámbrico: la mayor parte de las formas que surgieron se extinguieron.
Lo importante no es el ruido, sino el ensanchamiento del espacio de posibilidades.
Aparecen formatos híbridos, géneros nuevos, lenguajes visuales o narrativos que nadie planificó de antemano. El mercado, la atención y las comunidades funcionan como filtros selectivos, estabilizando algunas formas y descartando otras.
No es evolución biológica, pero sí un proceso evolutivo cultural: variación abundante, herencia imperfecta (copias, remixes, adaptaciones) y selección diferencial.
¿Muerte de la creatividad o liberación?
El miedo a que la IA “mate la creatividad” suele confundir creatividad con destreza técnica.
Históricamente, cada tecnología que redujo el costo de producción fue recibida con sospecha y duda: la imprenta, la fotografía, el sintetizador, el software de edición. En todos los casos, lejos de extinguir la creatividad, la desplazó hacia otros niveles.
Cuando la técnica deja de ser el cuello de botella, la creatividad se mueve hacia la idea, la intención, el criterio y la combinación significativa.
Como en el Cámbrico, la clave no es que todo lo nuevo sea valioso, sino que ahora es posible probar cosas que antes ni siquiera podían intentarse, por personas que antes no podrían haberlo hecho.
Un Cámbrico cultural en curso
Si la analogía se toma con cuidado, el paralelismo es potente:
IA ≈ oxígeno y calcio: condiciones que abaratan la experimentación.
Creadores ≈ organismos explorando nuevas morfologías culturales.
Explosión de contenidos ≈ radiación adaptativa.
Mercado y atención ≈ entorno selectivo.
No sabemos aún qué formas se estabilizarán ni cuáles desaparecerán. Tampoco sabemos si este período dará lugar a formatos culturales completamente nuevos y duraderos, o si gran parte del output será efímero.
Pero algo sí es claro: no estamos ante el fin de la creatividad, sino ante un aumento brutal de su diversidad potencial.
Como hace 540 millones de años, el mundo no se volvió más simple.
Se volvió, repentinamente, mucho más diverso e interesante.
