martes, 11 de octubre de 2011

Por qué la ciencia nunca conocerá a Dios


“Traje un sapo”, dijo sonriéndole a su clase un científico, profesor de zoología.
“Está recién salido del pozo. Vamos a estudiar primero su apariencia externa y después lo vamos a diseccionar”.
Con mucho cuidado desenvolvió el paquete que traía y adentro encontró un sandwich de jamón perfectamente preparado. El buen profesor lo miró asombrado.
“¡Que extraño!”, dijo, “recuerdo claramente haberme comido mi sandwich…”

Y eso es lo que les sigue pasando a los científicos: se focalizan tanto en un solo punto que toda su mente se angosta. Por supuesto, una mente angosta tiene su uso: se vuelve más penetrante, se vuelve como una aguja afilada; toca exactamente en el punto justo, pero se pierde toda la gran vida que la rodea.
Un Buda no es un hombre de concentración, es un hombre de conciencia. No trata de achicar su conciencia, al contrario, trata de dejar caer todas las barreras para hacerse totalmente disponible a toda la existencia. La observa, es simultánea, es tremendamente  rica.

La concentración en cambio te focaliza en un solo punto y a un precio muy alto: marginar el 99 % de la vida. Si estás resolviendo un problema matemático, no podés escuchar a los pájaros -van a ser una distracción. Los niños jugando, los perros ladrando en la calle, van a ser una distracción. Por causa de la concentración, cierta gente trató de escapar de la vida, ir a los Himalayas, a una cueva, mantenerse aislados, para poder concentrarse en Dios.
Pero Dios no es un objeto, Dios es la totalidad de la existencia. Por eso la ciencia nunca va a poder conocer a Dios. 


Del libro "Meditación: la primera y última libertad", de Osho.