sábado, 17 de diciembre de 2011

La neurociencia de las visiones místicas

Del libro "Entra en tu cerebro. De por qué uno pierde las llaves del coche pero nunca olvida cómo conducir y otro enigmas cotidianos", de Sandra Aamodt y Sam Wang.


Las montañas son importantes en las tres religiones monoteístas que se practican actualmente: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Las tres llevan aparejadas visiones especiales que tuvieron lugar en las alturas. Moisés se encontró con una voz que emanaba de una arbusto en llamas en el monte Sinaí. Los seguidores de Jesucristo presenciaron las Transfiguración en lo que probablemente era el monte Hermón, y Mahoma fue visitado por un ángel en el monte Hira.
Estas visiones no son sino tres ejemplos de una categoría mucho más amplia de experiencia mística en muchos observadores. Normalmente, las experiencias místicas relatadas incluyen sentir y oír una presencia, ver una figura, ver luces (a veces, emanando de una persona) y sentir temor. Curiosamente, fenómenos muy similares son relatados por un grupo generalmente considerado muy poco místico: los escaladores. ¿Podría esto tener algo que ver con las montañas?

Los escaladores son conscientes desde hace mucho tiempo de los peligros que trae consigo la exposición a una atmósfera tenue. El mal de altura agudo aparece por encima de los 2.500 metros, y muchos de sus efectos son atribuibles a la reducción del suministro de oxigeno al cerebro. Los tiempos de reacción disminuyen perceptiblemente a altitudes más bajas, del orden de 1.500 metros. A los 2.500 metros o por encima de ellos, los escaladores cuentan haber percibido compañeros invisibles, visto luz emanando de sí mismos u otras personas o un segundo cuerpo como el suyo, y sentido súbitamente emociones como el miedo.

La falta de oxígeno probablemente interfiere con la actividad de las estructuras neuronales en los lóbulos temporal y parietal del córtex y sus alrededores. Esas regiones cerebrales participan activamente en el procesamiento visual y de los rostros en los acontecimientos emocionales. Un caso extremo de alteración de la función se da en el ataque epiléptico. Los ataques en el lóbulo temporal suelen tener como resultado intensas experiencias religiosas, que incluyen la sensación de hallarse en presencia de Dios, sentir que uno está en el cielo y ver emanaciones de luz. Se sabe que esos ataques han causado la conversión de personas que anteriormente no eran nada religiosas, entre las que podrían figurar santa Teresa de Ávila, santa Teresa de Lisieux, el fundador de la Iglesia de los Santos del último Día, Joseph Smith, y quizás hasta el apóstol Pablo cuando iba por el camino de Damasco. Los ataques en el lóbulo temporal se desencadenan con mayo facilidad bajo condiciones que incrementan los niveles de endorfinas, como el estrés. El esfuerzo físico que supone escalar una montaña ciertamente sería una fuente de estrés, y las visiones religiosas suelen suelen producirse bajo condiciones estresantes.