miércoles, 3 de octubre de 2018

La poderosa fascinación de lo que crees

Tú buscas lo que crees que te hará feliz. Eso que crees, sin embargo, no coincide con lo que otro busca. Podría suceder que tú y aquél anhelaran cosas opuestas, y que llegaran a creer que la felicidad del uno se opone a la del otro.

Ha de estar en la médula de lo que crees, la clave de lo que haces. Tan poderosa es la fascinación de lo que crees, que afirmas su realidad aunque sólo exista en tu cabeza.
Aquello que crees de las cosas, no está en ellas sino en tu paisaje interno. Cuando tú y yo miramos esa flor, podemos coincidir en muchas cosas. Pero cuando dices que ella te dará la felicidad suprema, me dificultas toda comprensión, porque ya no hablas de la flor, sino de lo que crees que ella hará en ti. Hablas de un paisaje interno que tal vez no coincida con el mío. Bastará con que des un paso más, para que trates de imponerme tu paisaje. Mide las consecuencias que se pueden derivar de ese hecho.

Es claro que tu paisaje interno no es sólo lo que crees acerca de las cosas, sino también lo que recuerdas, lo que sientes y lo que imaginas sobre ti y los demás; sobre los hechos, los valores y el mundo en general. Tal vez debamos comprender esto: paisaje externo es lo que percibimos de las cosas; paisaje interno es lo que tamizamos de ellas con el cedazo de nuestro mundo interno. Estos paisajes son uno y constituyen nuestra indisoluble visión de la realidad


Extracto del libro "Humanizar la tierra", de Silo.

martes, 2 de octubre de 2018

El cerebro emocional

El cerebro emocional, de Joseph LeDouxne, no es un libro de lectura pasajera ni de datos generales.
Está lleno de referencias científicas y su lectura demanda mucha atención, pero vale la pena.

En sus páginas se investiga el origen de las emociones humanas y se explica que muchas de ellas forman parte de complejos sistemas neurológicos desarrollados para sobrevivir.
Las emociones se originan en el cerebro a un nivel mucho más profundo que los sentimientos conscientes.

Nuestro cerebro puede detectar el peligro antes de tener la sensación de miedo y desatar respuestas físicas muy concretas: palpitaciones, sudores, tensión muscular.
Nuestras respuestas emocionales están inscritas en circuitos cerebrales pero las cosas que nos hacen reaccionar emocionalmente se aprenden con la experiencia.

El miedo es un mecanismo que detecta el peligro y produce respuestas que aumentan la probabilidad de supervivencia.
Las conductas emocionales, como las de defensa, evolucionaron ajenas a los sentimientos conscientes. Evolucionaron para enfrentarse al peligro de forma rutinaria.

Las respuestas universales al miedo son las siguientes:
  • Huir del peligro 
  • Quedarse paralizado 
  • Agresión defensiva 
  • Sumisión
El peligro puede ser real o imaginado, concreto o abstracto.
La evolución ha dispuesto las cosas de manera que si sobrevivimos a un encuentro con un depredador, podamos servirnos de la experiencia para ayudarnos a sobrevivir en situaciones futuras.

El condicionamiento del miedo no sólo es rápido sino también muy duradero.
Una vez establecido el miedo condicionado no se olvida; el paso del tiempo no basta para deshacerse de él.