jueves, 27 de febrero de 2025

La última conversación

En ciertas noches de insomnio, cuando el mundo se aquieta y todo se convierte en un murmullo remoto, suelo entablar largas conversaciones conmigo mismo. No con mi reflejo en el espejo, ni con mi sombra, sino con ese otro yo que habita dentro de nuestro pensamiento; ese diálogo interminable, esa suerte de confesión entre dos mitades de uno mismo.

Recuerdo que en mi juventud muchas cosas me parecían urgentes, imprescindibles, definitivas. Cada asunto se alzaba como un obstáculo a sortear, cada agravio era un abismo insondable. Sin embargo, el tiempo, que todo lo desgasta y lo suaviza, ha ido borrando los contornos de aquellas preocupaciones. Lo que ayer me pareció insoportable, hoy es un eco difuso. Y si extiendo la mirada más allá de mi propia experiencia personal, noto que esto no es una peculiaridad mía, sino una ley inexorable: todo va a desaparecer, y hasta de las situaciones más horrendas alguien terminará haciendo una comedia.

De vez en cuando me detengo a observar libros o documentales de tiempos remotos: a veces sobre la vastedad de Pangea, otras sobre la majestuosidad de los dinosaurios, o la gloria efímera de Babilonia. Me maravilla pensar que lo que alguna vez fue el centro del mundo ha desaparecido sin dejar más que ruinas dispersas y nombres que apenas significan algo. Los romanos, los griegos, los egipcios, todos se creyeron eternos, y sin embargo, sus reinos han sido tragados por la misma arena que devorará lo nuestro.

En cierta ocasión diserté con un tío que veía en cada terremoto, en cada guerra, en cada plaga, señales inequívocas del fin de los tiempos. Con fervor religioso, aseguraba que el mundo se desmoronaba, que antes todo había sido mejor. Le recordé que nuestros bisabuelos vivieron la Primera Guerra Mundial y que nuestros abuelos presenciaron la Segunda, con su catálogo de horrores inenarrables. ¿Cómo podía afirmar que el pasado había sido un paraíso perdido? No era la historia la que cambiaba, sino nuestra percepción de ella.

"Supongamos que mañana llega el fin del mundo...", le dije con la paciencia de un astrónomo que observa el movimiento de los astros noches eternas, "¿sería diferente si desapareciéramos todos al unísono o si solo murieras vos atropellado por un colectivo? ¿o yo aplastado por un piano? 
La muerte es siempre un acto solitario e individual. No hay apoteosis ni tragedia colectiva que la vuelva menos íntima."

A menudo imagino a la muerte, pero no como un acechador implacable, no como un cazador que nos persigue con su guadaña. No... la imagino tranquila, sin prisa, esperando con la serenidad de quien sabe que la victoria es inevitable. Nos espera en un rincón del tiempo, sin necesidad de adelantarse. Y cuando lleguemos a ella, nos recibirá con un vaso de vino (o una jarra de cerveza, según el gusto de cada uno), y me dirá, con un gesto casi amistoso: "Hace tiempo que te espero. ¿Qué te quedaste haciendo?"

Y yo, con una sonrisa fatigada, le responderé: "Me quedé haciendo cosas importantes que ahora ya no tienen ningún valor."

Ella asentirá, como quien confirma una verdad ya sabida. "Te lo dije. Nada de lo que hayas hecho sobrevivirá. Ni tus cuadros, ni tu música, ni tus libros. Tampoco lo que has amado o los paisajes que hayas visto (que también se van a desintegrar). Si se espera lo suficiente, hasta las pirámides de Egipto se convertirán en polvo."

Tal vez entonces brindemos en silencio, observando el lento e ineludible colapso del universo.

miércoles, 12 de febrero de 2025

La “enfermedad hermosa”

 No encuentro las palabras para empezar a escribir esto. 

Y no se trata de que “no encuentro las palabras adecuadas”, es más literal… “no encuentro las palabras”. 

Noté que comencé a perder mis capacidades intelectuales hace unos días. No sé exactamente cuánto tiempo ha pasado, porque también estoy perdiendo la noción de los números.

Probablemente en este momento soy una de las últimas personas con habilidades de escritura en todo el mundo. Por eso siento la necesidad de documentar lo que pasó y cómo empezó todo esto.

Permítanme empezar desde el principio. 


¿Puede una enfermedad ser bella?

O, en otras palabras, ¿por qué las enfermedades son tan feas? 


El pus, la urticaria, las erupciones, las deformaciones… todas estas cosas han acompañado a la raza humana desde el principio de los tiempos, con sufrimiento y muerte, pero en los últimos siglos la ciencia empezó a solucionar la mayoría de estas enfermedades, y más concretamente a mediados del siglo XXI el ser humano descubió cómo erradicar enfermedades, destruyendo el 100% de virus y bacterias. El ser humano se volvió prácticamente inmortal… al menos hasta la llegada de la “enfermedad hermosa”.


Los primeros casos se identificaron hace un par de años. Nunca descubrimos el origen. Surgió en todo el mundo al mismo tiempo.


Al principio los síntomas eran difíciles de detectar, pero pronto los científicos investigaron y concluyeron que era causado por un virus. Sin embargo, no parecía una enfermedad tradicional. De hecho, ¡los síntomas fueron entendidos como una especie de milagro!


Las personas afectadas empezaron a tener mejor aspecto, más saludables que nunca. Con el tiempo, incluso empezaron a cambiar y a parecer más jóvenes. Su piel perdió arrugas, el cabello volvió a crecer en las personas que lo habían perdido y las personas con canas recuperaron su color de pelo.

Por estos síntomas se la llamó la “enfermedad hermosa”. Finalmente la naturaleza nos había ofrecido la fuente de la eterna juventud!

Sin embargo, cada moneda tiene dos caras y pronto descubrimos la segunda cara de esta enfermedad.


Las personas infectadas se volvieron menos inteligentes y perdieron algunas capacidades básicas.

Se veían bien (muy bien, de hecho), pero no podían concentrarse en nada. Perdieron la capacidad de trabajar, y después la habilidad de leer, escribir y dedicarse a toda actividad intelectual.


Las alarmas empezaron a sonar. Todos los gobiernos tomaron el tema en sus propias manos. Las vacunas fueron fáciles de desarrollar y se distribuyeron por todo el mundo, pero nadie esperaba lo que pasó después…


Las personas infectadas no querían vacunarse... De hecho, las personas no infectadas tampoco querían hacerlo!

Las personas sanas comenzaron a envidiar el estilo de vida fácil de los infectados y, considerando que la enfermedad se propagaba a través de la actividad sexual, esto era fatal... las personas sanas fornicaban con los infectados (que eran jóvenes y hermosos), creando un efecto dominó. La enfermedad era imposible de detener, no por falta de conocimiento para encontrar una solución, sino por el narcisismo, el egoísmo y la estupidez humana.


Finalmente un virus encontró el talón de Aquiles humano.

En el pasado todos los virus destruían el sistema inmunológico, pero éste lo mejoró. Sin embargo, la enfermedad redujo la capacidad intelectual, lo que, sumado al aumento de energía y salud, estimuló la actividad sexual y propagó aún más la enfermedad.

Además, este virus también logró burlar el intelecto humano, ya que todas las personas, infectadas o no, quieren verse bellas.


Al final las vacunas nunca se utilizaron y la enfermedad fue imparable. 


Durante nuestra historia imaginamos diferentes alternativas de “el fin de la humanidad”: ataques extraterrestres, monstruos asesinos, incluso un “planeta de los simios”, y muchos más apocalipsis, pero nunca imaginamos algo tan lindo y pacífico.


Quizás sea un castigo de Dios o quizás sea la solución que ha encontrado la naturaleza para evitar la destrucción humana del planeta, quién sabe…


En este momento estoy perdiendo el control racional y comencé a sentir una necesidad incontrolable de dejarlo todo y pasar mi tiempo con otras personas, tocarlas, nadar en un mar de cuerpos y no hacer nada más.


Ahora abandono mi casa y corro hacia ninguna parte, no sé por qué, pero no me importa, no quiero pensar en nada más, no quiero pensar nunca más.


The “beautiful illness”

 I can't find the words to start writing this. 

And it is not a matter of "can't find the right words", it is more literal... "I can't find the words". 

I noticed that I started to lose my intellectual capabilities some days ago. I don't know exactly how much time has passed, because I'm losing my grasp on numbers too.

Probably at this moment I'm one of the last people with writing skills around the world. Due to that, I feel the need to document what happened and how this all began.

Let me start from the beginning. 


Can an illness be beautiful?

Or, in other words, why are illnesses so ugly? 


The pus, hives, rashes, deformations… all these things have been with the human race since the beginning of time, with suffering and deaths, but in the last centuries the science has started to solve most of these illnesses, and more specifically in the middle of the 21st century the human being has discovered how to eradicate diseases, destroying 100% of virus and bacterias. Human beings became almost immortal… at least until the arrival of the “beautiful illness”.


The first cases were identified a couple of years ago. We never discovered the origin of it. It emerged all over the world at the same time.


At first, the symptoms were difficult to detect, but soon the scientists investigated and concluded that it was caused by a virus. However, it didn't look like a traditional illness. In fact, the symptoms were understood as a kind of miracle!


The affected people began to look better, healthier than ever. Over time, they even began to change and look younger. Their skin lost wrinkles, hair grew back in people who had lost it, and people with gray hair regained their hair color.

Because of these symptoms it was called the “beautiful illness”. Finally nature had offered us the source of eternal youth.

However, every coin has two faces, and we soon discovered the second face of this illness.


Infected people became less intelligent, losing some basic capabilities.

They looked nice (really nice in fact), but they were unable to concentrate on anything. They lost the capacity to work, and after that the skill to read, write and engage in every intellectual activity.


The alarms began to ring. All governments took the subject into their own hands. The vaccines were easy to develop, and those were distributed throughout the world, but no one expected what happened next…


People infected didn't want to get vaccinated... In fact, the uninfected people didn't either. The healthy people began to envy the easy lifestyle of the infected individuals and, considering that the illness spread through sexual activity, this was fatal... healthy people engaging in sexual activity with the infected (who were young and beautiful), creating a domino effect. The illness was impossible to stop, not due to the lack of knowledge to find a solution, but because of narcissism, selfishness, and human stupidity.


Finally a virus found the humane Achilles heel.


In the past all viruses destroyed the immune system, but this one improved it. However, the disease reduced intellectual capacity, which, added to increased energy and health, stimulated sexual activity and spread the disease even further.

Furthermore, this virus has also managed to bypass the human intellectual system, since all people, infected or not, want to look beautiful.


In the end the vaccines never were used and the disease was unstoppable. 


During our history we imagined different ways for “the end of humanity”: aliens attacks, assesine monsters, including a “planet of the apes”, and many more apocalypses, but we never imagined something so nice and peaceful.


Maybe it is a punishment of God or maybe it is the solution that nature has found to avoid human planet destruction, who knows…


At this moment I'm losing my rational control and started to feel an uncontrollable need to leave everything and spend my time with other people, touch them, swim in a sea of bodies and don't do anything else.


Now I abandon my home and I'm running to nowhere, I don't know why, but I don't care, I don't want to think about anything else, I don't want to think ever again.