No encuentro las palabras para empezar a escribir esto.
Y no se trata de que “no encuentro las palabras adecuadas”, es más literal… “no encuentro las palabras”.
Noté que comencé a perder mis capacidades intelectuales hace unos días. No sé exactamente cuánto tiempo ha pasado, porque también estoy perdiendo la noción de los números.
Probablemente en este momento soy una de las últimas personas con habilidades de escritura en todo el mundo. Por eso siento la necesidad de documentar lo que pasó y cómo empezó todo esto.
Permítanme empezar desde el principio.
¿Puede una enfermedad ser bella?
O, en otras palabras, ¿por qué las enfermedades son tan feas?
El pus, la urticaria, las erupciones, las deformaciones… todas estas cosas han acompañado a la raza humana desde el principio de los tiempos, con sufrimiento y muerte, pero en los últimos siglos la ciencia empezó a solucionar la mayoría de estas enfermedades, y más concretamente a mediados del siglo XXI el ser humano descubió cómo erradicar enfermedades, destruyendo el 100% de virus y bacterias. El ser humano se volvió prácticamente inmortal… al menos hasta la llegada de la “enfermedad hermosa”.
Los primeros casos se identificaron hace un par de años. Nunca descubrimos el origen. Surgió en todo el mundo al mismo tiempo.
Al principio los síntomas eran difíciles de detectar, pero pronto los científicos investigaron y concluyeron que era causado por un virus. Sin embargo, no parecía una enfermedad tradicional. De hecho, ¡los síntomas fueron entendidos como una especie de milagro!
Las personas afectadas empezaron a tener mejor aspecto, más saludables que nunca. Con el tiempo, incluso empezaron a cambiar y a parecer más jóvenes. Su piel perdió arrugas, el cabello volvió a crecer en las personas que lo habían perdido y las personas con canas recuperaron su color de pelo.
Por estos síntomas se la llamó la “enfermedad hermosa”. Finalmente la naturaleza nos había ofrecido la fuente de la eterna juventud!
Sin embargo, cada moneda tiene dos caras y pronto descubrimos la segunda cara de esta enfermedad.
Las personas infectadas se volvieron menos inteligentes y perdieron algunas capacidades básicas.
Se veían bien (muy bien, de hecho), pero no podían concentrarse en nada. Perdieron la capacidad de trabajar, y después la habilidad de leer, escribir y dedicarse a toda actividad intelectual.
Las alarmas empezaron a sonar. Todos los gobiernos tomaron el tema en sus propias manos. Las vacunas fueron fáciles de desarrollar y se distribuyeron por todo el mundo, pero nadie esperaba lo que pasó después…
Las personas infectadas no querían vacunarse... De hecho, las personas no infectadas tampoco querían hacerlo!
Las personas sanas comenzaron a envidiar el estilo de vida fácil de los infectados y, considerando que la enfermedad se propagaba a través de la actividad sexual, esto era fatal... las personas sanas fornicaban con los infectados (que eran jóvenes y hermosos), creando un efecto dominó. La enfermedad era imposible de detener, no por falta de conocimiento para encontrar una solución, sino por el narcisismo, el egoísmo y la estupidez humana.
Finalmente un virus encontró el talón de Aquiles humano.
En el pasado todos los virus destruían el sistema inmunológico, pero éste lo mejoró. Sin embargo, la enfermedad redujo la capacidad intelectual, lo que, sumado al aumento de energía y salud, estimuló la actividad sexual y propagó aún más la enfermedad.
Además, este virus también logró burlar el intelecto humano, ya que todas las personas, infectadas o no, quieren verse bellas.
Al final las vacunas nunca se utilizaron y la enfermedad fue imparable.
Durante nuestra historia imaginamos diferentes alternativas de “el fin de la humanidad”: ataques extraterrestres, monstruos asesinos, incluso un “planeta de los simios”, y muchos más apocalipsis, pero nunca imaginamos algo tan lindo y pacífico.
Quizás sea un castigo de Dios o quizás sea la solución que ha encontrado la naturaleza para evitar la destrucción humana del planeta, quién sabe…
En este momento estoy perdiendo el control racional y comencé a sentir una necesidad incontrolable de dejarlo todo y pasar mi tiempo con otras personas, tocarlas, nadar en un mar de cuerpos y no hacer nada más.
Ahora abandono mi casa y corro hacia ninguna parte, no sé por qué, pero no me importa, no quiero pensar en nada más, no quiero pensar nunca más.
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